En los mentideros del viejo mercado de la calle Baker se cuenta que en una de aquellas sesiones de las que todos hablaban, autor y personaje se vieron transportados misteriosamente.
Arthur, adelantado a su tiempo, no se conforma con buscar el trato con seres de este mundo que ya no están en él, sino también se sabe capaz de ver a seres de otros mundos, estén vivos o no.
Viaja guiado por una fe en las ciencias ocultas tan poderosa como su abrumadora presencia física.
El otro, en el doble esfuerzo de personificarse y acompañar en semejante viaje astral a su autor, precisó de un leve desliz al alza en la dosis de su ayuda química diaria.
Ambos son ahora detectives en nuestro viejo conocido planeta de los veraces y mentirosos, donde la mitad de la población dice la verdad siempre y la otra mitad siempre miente.
Para allí se van. Es sabido que no se pueden resistir a resolver un asesinato.
En la habitación donde apareció el cadáver había únicamente 10 sospechosos –comenta el Escocés -.
No es menos significativa la certeza de que de los 10 la mitad son veraces y la otra mitad mentirosos –responde Sherlock -.
Sin más información, procedieron
Arthur, a instancias de Holmes, hace la misma pregunta a los 10 únicos sospechosos.
Un instante después le acompañan seis de ellos a la mesa donde le espera impaciente Sherlock: estos 6 son los que han respondido sí a mi pregunta.
Holmes despreocupado pregunta entonces a cada uno de los 6 seleccionados por Arthur qué hora marca el enorme reloj de pared que domina la estancia .
Uno tras otro le van dando la hora. Al terminar y sin dudarlo Holmes entrega al asesino a las autoridades.
Nunca le ha resultado tan sencillo mandar a un culpable a la cárcel ¿no es cierto querido Holmes?
Nunca me ha resultado más fácil descubrir al asesino, pero lo que no me resulta tan fácil es suponer que sea declarado culpable.